Javier Correa, de 37 años, es un hombre alto, robusto e impulsivo. Cuando la ciudad cerró y muchos migrantes se quedaron sin trabajo, decidió actuar.
Él y Ulises, su amigo, tomaron la camioneta de su negocio de construcción, y se lanzaron a Hunters Point, lo más parecido a la central de abastos en la Ciudad de NY.
Pidieron donaciones a los distribuidores de alimentos, la mayoría dijo que no. Pero siguieron. Un comerciante mexicano cooperó con algunos productos y prometió darles descuentos.
Chalino contactó a otros empresarios mexicanos vía FB y reunió algunos fondos para comprar despensas. Luego se acercó a organizaciones como Fuerza Migrante para convencerles de que era urgente asegurar alimentos para la comunidad migrante pudiera quedarse en casa, ya que la mayoría de los vecinos de su barrio eran trabajadores esenciales y había muchas muertes.
Cada sábado reparte hasta 300 despensas afuera de su casa y su pareja, Angélica, cocina para los voluntarios. Los sábados se han vuelto un día de comunidad, no falta el vecino que les deja sandwiches, botellas de agua, o paletas de hielo. A veces saca una bocina y pone música. Se realizan jornadas de salud con pruebas de covid y se suministran vacunas a los migrantes que temen ir a sitios gubernamentales.
En la mesa donde las personas se registran, Chalino coloca una bandera de México y una de Estados Unidos.
“Trump nos tachó de criminales por cuatro años y la gente de aquí lo creyó, quiero que cuando las personas reciban su ayuda, sepan que los mexicanos construimos”.