Un alud de organizaciones voluntarias ha ofrecido despensas alimentarias, ayudas financieras puntuales para el pago de rentas, medicamentos y orientación relacionada con servicios hospitalarios y repatriación de cuerpos.
Se trata de hombres y mujeres que han dedicado su tiempo libre a apoyar a los migrantes mexicanos más vulnerables durante la pandemia de Covid-19.
Su trabajo aún no termina y tampoco la lucha de los migrantes por una vida mejor.
Fotos: Ximena Natera
Familiares de mexicanos fallecidos por la Covid-19 en Nueva York asisten a una ceremonia en la Catedral de San Patricio, en Manhattan. Despiden los restos de más de 250 personas antes de ser repatriadas a México en un vuelo de la Fuerza Aérea en julio del 2020.
Mott Haven, en el Bronx, uno de los barrios más pobres de la ciudad, fue también uno de los más afectados.
En Corona, Queens, un grupo de vecinos liderados por Chalino, migrante de origen mexicano, encabeza un pequeño centro de atención ciudadana que ofrece alimentos, realiza pruebas Covid y realiza jornadas de vacunación para la población migrante.
Pedro Rodriguez, quien migró a Estados Unidos hace varias décadas, es saludado por uno de sus colaboradores de La Jornada. Esta organización ha sido una pieza clave en la entrega de alimentos y trabaja activamente desde marzo del 2020, cuando inició el confinamiento en Nueva York.
A través de donativos privados, una campaña de Go Fund Me, recursos públicos y el banco de alimentos de la ciudad de Nueva York, La Jornada ha logrado recolectar, preparar y distribuir cientos de toneladas de comida y artículos básicos para familias. Su atención se centra, especialmente, en familias con niños, adultos mayores o que han perdido alguno de sus miembros debido a la pandemia.
Una voluntaria de Conexión Migrante apunta los datos de miembros de la comunidad que asisten a recoger despensa en el Barrio de Corona, Queens.
Una de las voluntarias entrega comida en Corona, Queens.
La familia Romero vive en un edificio que tiene decenas de departamentos y que carece de áreas comunes seguras. Muchos de los inquilinos son trabajadores esenciales. Cuando la Covid-19 llegó a Nueva York, se esparció como fuego en todos los pisos de este inmueble de Mott Haven, en El Bronx.
Antonio Romero y su hijo Rey en su departamento de Mott Heaven. En mayo de 2020, María Moro, esposa de Antonio y madre de cuatro hijos, murió en un hospital al norte de Manhattan debido al coronavirus. Antonio, por su parte, ha sufrido serias secuelas por la Covid-19 y perdió su trabajo como cocinero en Brooklyn.
Maria Moro, originaria de San Juan Huiluco, Puebla, había vivido con su familia en Nueva York desde el 2001, dos de sus cuatro hijos son menores de edad y ciudadanos estadounidenses. Fue ama de casa y vendía botanas mexicanas en una esquina cercana a su casa.
La familia no fue elegible para ninguno de los estímulos fiscales otorgados por los gobiernos federal y estatal de Estados Unidos ni recibió apoyo del consulado mexicano. Para solventar los gastos de la casa, Rey tomó un empleo de medio tiempo y Antonio, que aún no termina de restablecerse, retomó el negocio de antojitos mexicanos que tenía su esposa.
Xiomara, Olga y Yandel, familiares de René Gordillo, migrante mexicano fallecido a causa de la pandemia en Nueva York.
Cuando René murió la familia se deshizo de los muebles de la casa, con la preocupación de que pudieran ser fuente de contagio para los niños. A un año de entonces, no han podido terminar de amueblar la casa. Bay Ridge, Brooklyn.
Prudencio y Hicham, ambos miembros de la Iglesia Luterana El Buen Pastor, en Bay Ridge, coordinan la entrega de despensas para familias de las colonias cercanas. Se les pide a las familias que donen un dólar. Esos recursos permiten a los voluntarios comprar arroz, harina de maíz y frijoles, para adecuar las despensas a la dieta latinoamericana.
Tatiana, originaria de Ecuador, llegó a La Jornada cuando cuatro adultos de su hogar se quedaron sin empleo. Todos los ahorros de la familia se fueron a pagar alquiler y se quedaron sin recursos para comer. Cuando llegó al banco de alimentos se encontró con un escenario apocalíptico: el lugar estaba rebasado y miles de personas pedían ayuda. Decidió convertirse en voluntaria y ahora coordina el trabajo de otras personas que ayudan en la entrega de alimentos.
Los cubrebocas se volvieron parte de la vida cotidiana en el Bronx después e que estalló la pandemia.