15 de febrero de 2025

| Dolar:$20.28

Apuntes de la Diáspora | El influencer idiota

¡Qué natural es destruir lo que no podemos poseer, negar lo que no entendemos e insultar lo que envidiamos ¡

Honré de Balzac

No voy a negar mi decepción por el triunfo de Trump, que representa todo lo que detesto del fascismo: la ignorancia, la cobardía, la manipulación, la mentira y el profundo desprecio por las personas diferentes a él. Pero tampoco voy a dejar de escuchar las voces de los que votaron por él, o de las personas que piensan que tienen más derecho que las otras de migrar a ese país sólo porque llegaron mucho tiempo antes. Estados Unidos es un país construido por migrantes y para migrantes y eso, justamente, es lo que hizo grande a América (sic). Tampoco pienso que Kamala era una opción tan diferente, y miré con tristeza como el establishment de lo políticamente correcto la devoró, justo cuando es el momento de reivindicar las ideas profundas de los demócratas, esas que van más por la igualdad, la legalidad y la fraternidad. 

El concepto de Industria cultural acunado en 1947 por Adorno y Horkheimer, en la obra “Dialéctica de la ilustración”, describe mucho mejor lo que está pasando en el mundo actual y se refiere básicamente a cómo la generación y producción de cultura en el capitalismo determinarán las preferencias políticas y las relaciones comerciales y sociales.  Donde la cultura y su producción pasan a ser un instrumento al servicio del propio sistema, fortaleciendo y apuntalando sus valores. En la actualidad, a través de herramientas como las TICS, Internet, etc., que estandarizan y determinan, sí o sí, las preferencias de consumo, y pensamiento, pero mucho más allá, abstraen a los usuarios del ámbito político, pienso en un chico de cualquier lugar del mundo que se identifica más con el influencer (generalmente sujetos que no saben ni dominan la materia de la que hablan: productos chatarra o pseudo psicología, etc.) que con su entorno inmediato y se relaciona a partir de esta narrativa con su comunidad, sin necesidad de cuestionarse ni desarrollar una conciencia de clase, ni condición real de vida, en un mundo que vive y alimenta la Nube, asistimos pues al velorio del pensamiento crítico. 

Mientras los demócratas, que deberían enarbolar las banderas del pensamiento crítico, pierden a los jóvenes que se abstuvieron de votar gracias a la represión sufrida en las universidades ante las protestas por patrocinar la guerra contra Ukrania y Palestina. Una agenda social menos que tibia, la izquierda con políticas de derechas, el discurso social como pantalla de intereses de grupos elitistas e inmensamente privilegiados, una contradicción lastimosa e insultante. La descarada intención intervencionista por parte de Trump en países latinoamericanos, el negocio de la guerra, que implica corromper los tratados de convivencia justificando con argumentos falaces y torpes, pero muy efectivos para la reacción de quienes ven en su discurso de influencer de tres centavos una propuesta política congruente. La mercantilización, venta, comercialización de los valores humanos, el odio alimentado  por el apego a un supuesto estatus de vida, la mente egocéntrica versus a la mente compasiva, un panorama perfecto para la destrucción de lo que somos: seres pensantes y comunidad. Sin comunidad no hay destino.

Tal vez te interese:  Cifra de muertos por Covid-19 en Nueva York llega a 13 mil 869

Acá, de este lado, toca observar la militarización a la que obligan estas políticas en todo el territorio, pero también generar políticas vinculantes, México se ha convertido también en país de migrantes, necesitamos encontrar políticas públicas y sociales que permitan recibir a los migrantes, ofrecerles un lugar donde se puedan desarrollar, aportando toda la diversidad, talento y progreso que de suyo implica la migración, jamás desde la óptica xenófoba y racista de una narrativa deserebrada.