20 de marzo de 2025

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Apuntes de la Diáspora | Una raíz

La columna de hoy está dedicada a la memoria de mi querido amigo Antonio Ortiz Gritón, quien falleció el 5 de diciembre. Que sea tu obra y tu inmenso amor un compromiso por las causas comunes el faro que guíe nuestros esfuerzos. Otro mundo es posible. ¡Salve mi adorado Gritón¡

Habrán sido como las tres o cuatro de la tarde, después de pasar el día cruzando canales y tomando trajineras colectivas hasta Cuemanco y de vuelta. Estaba sentada con mis canastas en la plaza saboreando una nieve de limón cuando un borracho se le acercó a una prostituta vieja que estaba en la banca de enfrente, comenzaron a discutir y la golpeó, llegaron más borrachos, más prostitutas, los ojos encendidos de la mujer se apagaban a oleadas de lágrimas, rímel violeta y sombra azul turquesa mientras un niño la cogía ansiosamente de la mano implorando ¡ya vámonos amá! Tenía unos años sin ir a Xochimilco, me quiebra el alma la decadencia, ardo en ira al pensar que los políticos corruptos, de uno u otro partido, han participado, a cambio de unas monedas, de la caída del último bastión de la altísima cultura prehispánica.

Ayer volví, con mi mamá querida, salimos muy temprano y pudimos disfrutar una circulación vehicular fluida, las calzadas bordeadas de ahuehuetes, pirules, y cedros; pero sobre todo, la expectativa festiva de llegar al mercado de hortalizas chinamperas a comprar honguitos, chilacayotes, huazontles, hoja santa, elotes, epazote, tlapiques.

Después, pasar al mercado grande por unos tlacoyos y unas tortillas de mano recién hechas, que guardan en sus canastas gigantes, esas mujeres nodrizas de brazos donde cabe el universo. Fue una visita rápida, no quería quedarme atascada en el tránsito, muchos locales aún no habrían y aún así esa atmósfera desenfrenada me generaba mucha ansiedad. Todos los marchantes me dieron pilón, tienen una calidez excepcional, otros novatos quieren verme la cara de turista pero se topan con una señora que creció y conoce la cultura del comercio alimentario de los pueblos del sur de la Ciudad de México: de campos de cultivo a chinampas y rastros, lecherías y dulcerías, pulquerías, molinos; hasta la venta de animales para engorda y posterior deleite en fiestas patronales.

Esa señora que soy yo y mis ancestras. Un amanecer de paisajes entre callejones empedrados y tejados laberínticos, de tepozanes y ahuehuetes en la neblina nostálgica, mi raíz colmada por un bocado evocativo, las gorditas de manteca que me preparaba mi bisabuelita Eugenia, sus bellísimos ojos que miraban desde tiempos antiguos. El sonido del comino entre las piedras del molcajete, el regalo de su aroma, hace mucho no cocinaba con tanta alegría, platicando con mi mamá, homenajeando a mis abuelas.

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En el I– Ching, el hexagrama 50 , El caldero, dice: El caldero es la imagen de un objeto. Al introducir leña en el fuego, se cocinan los alimentos. El predestinado cocina con el fin de ofrendar sacrificio a Dios el Señor, y adereza comidas festivas a fin de alimentar a predestinados y dignosDesde muy pequeña supe que tener una abuela Patrona de cocinas de humo gigantes, entre piedras y comales, ollas panzas de barro y hojas de hierbas y hortalizas, guajolotes huidos y conejos, borregos y cerdos y horno de tierra supe, como sé ahora, mi destino.

Hoy en Xochimilco colectivos y comunidades se unen en pos del rescate y conservación de usos y costumbres, celebro y agradezco su labor, en casa siempre habrá un caldero con comida para quién venga con hambre.