La inmigración continúa siendo un tema de alta prioridad y controversia para el gobierno del presidente electo Donald Trump, especialmente tras desempeñar un papel clave en las polarizadas elecciones de Estados Unidos. En este contexto, los agentes de la Patrulla Fronteriza enfrentan retos cada vez mayores tanto en su labor profesional como en su vida personal.
En respuesta a estas presiones, un número creciente de agentes ha optado por capacitarse como capellanes fronterizos, con el objetivo de brindar apoyo emocional a sus compañeros mientras enfrentan amenazas de seguridad como el control ejercido por los cárteles en las zonas fronterizas y el sufrimiento creciente de los migrantes. Todo esto ocurre en un entorno donde las políticas migratorias cambian constantemente y el escrutinio público no cesa.
“Lo más difícil es que muchas personas no comprenden lo que hacemos. Nos han llamado cosas terribles”, comenta Brandon Fredrick, un agente en Buffalo, Nueva York, quien ha experimentado rechazo incluso entre sus familiares.
Fredrick participó recientemente como instructor en una academia de entrenamiento de capellanes fronterizos, un programa que ha crecido significativamente en los últimos años. Este esfuerzo busca ayudar a los agentes a manejar el estrés emocional antes de que este afecte sus vidas personales, conduciendo a problemas como disfunción familiar, adicciones e incluso suicidio.
Entrenamiento de capellanes fronterizos
Durante una reciente sesión de formación cerca de Miami, Fredrick supervisó un ejercicio donde los futuros capellanes evaluaron a un compañero en un escenario ficticio: un agente ausente debido al estrés emocional derivado de su asignación en la frontera lejos de su familia. Estos entrenamientos reflejan situaciones reales vividas por los agentes, como en el caso de Fredrick, quien superó el alcoholismo antes de convertirse en capellán.
Fredrick señala que el apoyo emocional ofrecido por los capellanes puede ayudar a romper las barreras que impiden a los agentes compartir sus problemas personales. “Mi objetivo es que ningún joven agente pase por lo que yo viví en soledad”, añade Fredrick, quien lleva más de 15 años en la Patrulla Fronteriza y ha trabajado en casos trágicos como el de una familia india que murió congelada intentando cruzar la frontera entre Canadá y Estados Unidos.
El programa de capellanía, aunque diverso en creencias religiosas, no busca evangelizar, sino ofrecer apoyo confidencial y basado en la fe solo si el agente lo solicita. Jason Wilhite, un capellán con base en Arizona, destaca que el rol es principalmente brindar consuelo en momentos difíciles.
Los agentes entrenados enfrentan escenarios desafiantes, como responder a accidentes mortales o notificar a familiares sobre la pérdida de un ser querido en el cumplimiento del deber. Chris Day, capellán desde 2017, comparte que ayudar a sus compañeros en estas circunstancias requiere empatía genuina y un enfoque cuidadoso.
Además de apoyar a sus colegas, muchos agentes también lidian con el impacto emocional de su trabajo con migrantes, especialmente niños no acompañados. La agente Yaira Santiago, quien trabaja en un centro de procesamiento en San Diego, explica que su prioridad es ofrecer un poco de calma y humanidad en situaciones caóticas.
Spencer Hatch, subdirector de la Patrulla Fronteriza y líder del programa de capellanía, subraya la importancia de equilibrar la vigilancia propia de la labor policial con la empatía hacia los migrantes y sus compañeros. También advierte sobre el impacto que estas tensiones pueden tener en las familias de los agentes, especialmente durante periodos de alta demanda laboral.
La labor de los capellanes en la Patrulla Fronteriza no solo representa un apoyo emocional para sus colegas, sino también un compromiso con un estándar moral que busca mitigar el impacto de una labor tan exigente como necesaria.