2 de diciembre de 2024

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Apuntes de la Diáspora | Afectuosamente: tu madre

En un artículo sobre crianza, una psiquiatra hablaba sobre las madres que propulsan la adicción en sus hijos. A grosso modo trataba de madres incapaces de poner límites y confrontar a sus hijos con la frustración. En lugar de permitir que el niño enfrente el problema y lo resuelva por él mismo, la madre, en un afán patológico por evitar, lo que ella considera sufrimiento, a su pequeño; toma el control e impide el proceso de madurez emocional necesario para que el niño se haga cargo de sí mismo. El niño, por lo tanto, se convierte en un tirano perpetuo, demandando satisfactores de manera compulsiva y mostrando una evidente incapacidad para detenerse ante el peligro, porque además, no sabe tampoco gestionar las consecuencias, entonces, se repite el ciclo: obsesión, frustración, compulsión, culpa, certeza de la propia incapacidad. 

¿Por qué la autora no habla también del rol del padre o de la misma sociedad? ¿Por qué la autora no habla de la responsabilidad del sistema capitalista de consumo que nos determina a ser unos insaciables e insatisfechos a perpetuidad? Pues bien, resulta que la madre, además de cargar con el tremendo estigma de ser mujer, cuando tiene un hijo, recibe automáticamente la responsabilidad de la educación emocional de este; esto quiere decir, en palabras llanas, que ahora la oprimida histórica de la humanidad, se hará cargo de un ser humano. 

La educación emocional del ser humano corre a cargo de quien sufre la esclavitud conceptual del discurso retórico de la opresión. Y bien, tal vez pensemos que nosotros, los privilegiados, no participamos de tan retrógradas prácticas, que nosotras sí tenemos acceso a la educación, la equidad, una pareja digna y par, independencia económica, etcétera. Podría ser, sin embargo, el estar insertos en el privilegio, no quiere decir que no haya un eco subconsciente mucho más profundo que late en la pulsión y rebasa las buenas intenciones.

En la primera infancia, el hijo, convertido en tirano, ejercerá su rol. La madre deberá cumplir el suyo en orden de la supervivencia del bebé, y he aquí que empieza el complejo proceso de castración, donde la madre, a manera de recompensa, castrará al pequeño en una especie de boomerang tirano. Es importante saber que existen diversos tipos de castración y violencia, desde la mirada, el grito, el exceso de comida–recompensa, la prestancia inmediata a sus deseos o la nula atención, en fin, los matices y recovecos de la manipulación emocional son tan vastos como las patologías. 

¿Por qué es urgente que la mujer ejerza sus derechos, sobre su cuerpo, su autonomía, sin que medie el permiso de las autoridades? ¿Por qué es necesario reivindicar la necesidad de dignificar e igualar los derechos y las responsabilidades de las mujeres? Porque una mujer emancipada difícilmente va a violentar a otro más vulnerable, en este caso al hijo. Y porque un niño que crece sin violencia tiene muchas más oportunidades de sobrevivir procesos de manera satisfactoria desde la autonomía. Reivindicar los derechos de las mujeres es, no sólo por obvio, en verdad me da pena tener que insistir por qué es fundamental; absolutamente urgente en orden de mejorar dramáticamente nuestras sociedades.

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Los resultados a largo plazo del reconocimiento de la necesidad de las mujeres a ejercer sus derechos a través de la legalización del aborto primordialmente, han tenido resultados conmovedores en las sociedades, porque ejercer la maternidad deseada es un principio de responsabilidad afectiva y por lo tanto de impacto en la sociedad y sus respuestas ante la adversidad circunstancial.

¿Y la ternura y el cariño, la dulzura con que una madre, a pesar de las circunstancias, atiende al hijo? Pues nada, esa es pura conciencia labrada desde un trabajo emocional profundo que hacen las mujeres, porque el cuento de hadas del instinto materno es una más de las construcciones del discurso opresor para condicionarnos. Una cosa es alimentar, acicalar, con el riesgo de irte a la hoguera metafórica si no lo haces, y otra muy distinta amar, el amor exige para su desarrollo, las condiciones primordiales de seguridad y dignidad. Lo demás es romantizar la opresión y sus funestas consecuencias reactivas.

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