El Fandango Fronterizo es un evento que año con año reúne en Tijuana a músicos y bailarines de ambos lados de la frontera derribando las líneas políticas al rimo del son jarocho.
Karina y Eloísa son dos mujeres que recién se conocieron en Tijuana y al igual que otras de sus compañeras, se han convertido en defensoras de una importante tradición.
Fandango Fronterizo, un mensaje de unión
El Fandango Fronterizo es un evento artístico en el que músicos y bailarines de son jarocho celebran la unión socio cultural de los asistentes, sin importar el muro que divide la zona.
Este evento cultural se ha convertido en un espacio de resistencia y solidaridad, y las mujeres son fundamentales en su organización y preservación.
Instrumentos tradicionales como la jarana, el requinto, la leona y el arpa acompañan las zapateadas de los bailarines.
Además, las letras que cantan, muchas veces reflejan las vivencias de quienes viven en la frontera, abordando temas de migración, separación familiar y esperanza.
Eloísa y Karina, el son jarocho las unió en Tijuana
Eloísa, es una mujer que desde los 16 años llegó a Oregon, Estados Unidos ciudad en la que actualmente vive.
Karina migró de Veracruz a Monterrey, Nuevo León donde forma parte de un grupo de jaraneras en el que buscan ofrecer un espacio seguro para más mujeres e infancias.
Ambas viajaron hasta Tijuana con la simple intención de participar en el Fandango Fronterizo y al coincidir en uno de los talleres parte de la actividad, se conocieron.
“Hace 8 años había un colectivo en mi ciudad, llevé a mi hijo para que aprendiera y terminé quedándome yo”, comentó Eloísa quien agregó que esta es la primera vez que viaja a Tijuana.
En tanto Karina, tiene tres años consecutivos viajando hasta esta frontera para formar parte de la celebración.
“Se siente la energía y la comunidad que se forma alrededor del son jarocho, aunque seamos de diferentes partes y tan diversos que el que unos una el son jarocho es algo especial”, agregó.
Regla principal, no dejar la tarima vacía
Una vez que empiezan a sonar las jaranas, significa que hay que mantener vivo el ritmo, las coplas y el baile.
Todos los participantes conocen de antemano las reglas del son jarocho, por lo que la coordinación fluye de forma natural.
Quienes cantan esperan su turno para continuar con sus letras mientras que las parejas que bailan respetan el tiempo de quien está sobre la tarima para hacer el relevo en el momento indicado.
“Si estás participando en la tarima, estás participando en percusión con tus pies porque vas al ritmo de la música, entonces como regla no debes dejar la percusión sola”, explicó Eloísa.
Migrar y llevar el son jarocho no fue tarea fácil
Karina tiene 10 años viviendo en Monterrey, Nuevo León, una entidad en que el estilo de vida “norteño” es un sello distintivo.
La adaptación a ese estilo de vida no impidió que después de dos años de haber migrado, encontrara a otras mujeres interesadas en preservar las tradiciones veracruzanas.
“La búsqueda de identidad es lo que nos hace conectar con otra gente porque viene del campo y nuestras raíces”
Actualmente junto con otras compañeras promueve la preservación del son jarocho en el Colectivo Anacahuitas.
Ahí se encarga de enseñar a mujeres e infancias a ejecutar instrumentos musicales e incluso ir modificando el contexto de algunas letras que en la actualidad resultan machistas.
Eloísa nació en el área de Tierra Caliente, en Guerrero a un costado del estado de Michoacán zona en la que detalló tienen sus propios bailes regionales que comparten similitud con el son jarocho.
Relató como al llegar a Estados Unidos siendo una adolescente, el choque cultural la llevó a “perder la identidad” temporalmente ya que debía adaptarse a otra dinámica.
“Luego llega esta cuestión del ‘yo soy’, ‘yo pertenezco’ y ‘necesito seguir impulsando mi cultura’ y empezamos a apoyar, eventos culturales”, comentó.
Después de su participación en el Fandango Fronterizo, ambas hablaron del gusto que les dio haber sido parte de esta edición e incluso señalaron que esperan regresar el próximo año.