Nadie entra. Nadie sale. No hay paz ni silencio. No es una pausa en el tiempo. No hay nada congelado en el aire. El puerto de entrada de Lukeville, Arizona, no está en coma; es una hemorragia migratoria a la que no hay una restricción fronteriza temporal. El cierre de una garita es como tapar un chorro de agua en un chapoteadero, seco aquí y desbordado por allá.
No es la primera vez que Estados Unidos cierra temporalmente una garita. Hay otras que han durado clausuradas por días o, incluso, años. En la pandemia, los puertos fronterizos se convirtieron en filtros de privilegios más herméticos, pero había fugas y cuenta gotas. Pero esta vez es distinto: el flujo migratorio se les ha ido de las manos. No es que los que vienen sean muchos, sino los que están aquí son pocos. No es una invasión. No hay paso libre. No hay olas. Es un fenómeno del que nos gusta hacernos de la vista gorda.
La interrupción de las operaciones y las restricciones al cruce fronterizo arizonense son una pregunta que lleva escondida la respuesta. Ese paro tan intempestivo evidencia la falta de recursos destinados a la seguridad pública en una franja fronteriza a la que la mayoría de los políticos se prostituyen en campaña. No es que urjan millones para la tecnología, es que falta gente; es que está muy lejos y los de la Casa Blanca y el Congreso no alcanzan a ver bien. Es una miopía que distorsiona retóricas, mientras los que están acá sobreviven.
¿Cuándo se reabrirá el puerto fronterizo? Nadie responde. Los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza dicen que dependerá de cuántos migrantes aún faltan de ser procesados, las detenciones y encuentros, el flujo y los recursos. Autoridades de los dos lados de la frontera exigen la reapertura y lo utilizan como estandarte para los próximos comicios, pero pocos se dan una vuelta por ese lugar antes olvidado el mundo. No hay una fecha ni un plazo. Es también una maniobra política.
Lukeville no es un puerto de entrada para tramitar asilo; no aparece como opción en la aplicación CBP One, entonces ¿por qué hay tantos solicitantes hacinados frente al muro? ¿De dónde vienen y cómo llegaron?
Según las autoridades estadounidenses son, quizá, víctimas también de los contrabandistas de humanos que los sueltan en el desierto con la esperanza de que sean procesados. Quizá solo son migrantes que poco saben y mucho creen. Es una combinación de todo: buscar huecos físicos y legales, buscar sueños para escapar de pesadillas… buscar un cruce donde solo hay muros.
Mientras, son cientos los que esperan del lado estadounidense del muro entregarse para ser procesados, desde Lukeville hasta Ajo, Yuma, Tucson o Nogales. Tienen días haciendo fila en el extremo desierto y las autoridades estadounidenses no se dan a basto.