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Ante el peligro de una erupción volcánica, pidele a Santa Ágata protección

Ante el peligro de una erupción volcánica, rezale a Santa Ágata. | Foto: Conexión Migrante.
"Aunque el poder de la naturaleza nos abruma y sobrecoge, no debemos olvidar que es creatura, y que el poder del Creador es mayor", dice el profesor Nelson Rodolfo Sandoval.

Ante el peligro inminente de una erupción volcánica, la Iglesia Católica tiene como tradición recurrir a Santa Ágata o Santa Águeda para pedir su intercesión a fin de obtener protección divina.

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¿Quién es Santa Ágata?

Santa Ágata fue una joven cristiana que consagró su virginidad a Dios y sufrió el martirio en el Siglo III.

Según información de la Enciclopedia Católica, se desconoce con precisión cuándo fue martirizada, sin embargo, debido a la evidencia de su vida se creé que fue durante la persecución de Decio (250-253).

La tradición cuenta que después del martirio de Santa Ágata, el volcán Etna, en Sicilia, Italia, tuvo una erupción volcánica.

Ante el desastre natural, los pobladores de Catania recurrieron con plegarias a su intercesión para protegerlos y salvarlos.

Se cuenta que después de la oración, la erupción volcánica terminó, y desde entonces, la santa es conocida como la patrona de la región.

El profesor Nelson Rodolfo Sandoval, colaborador de la Enciclopedia Católica, recomienda una oración para pedir por su intercesión.

“Aunque el poder de la naturaleza nos abruma y sobrecoge, no debemos olvidar que es creatura, y que el poder del Creador es mayor”, dice el profesor.

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Oración de protección contra una erupción volcánica

¡Oh esforzada mártir de Jesucristo, Santa Águeda! ¡Oh inmoble y constante columna de la fe de vuestro divino Esposo!

Os ruego me alcancéis de su divina Majestad una fe viva y animosa, con la cual venza todas las tentaciones de mis enemigos, y camine sin tropiezo a donde me llamó el Señor en el día del santo Bautismo.

Por los incendios que vuestra fe venció, os hizo Dios especial abogada contra ellos; como lo experimentaron los mismos gentiles de vuestra ciudad.

Un año después y en el mismo día de vuestra feliz muerte, cuando despeñándose del Etna un impetuoso torrente de fuego, que iba a devorarla, ellos, movidos por Númen superior, tomaron el velo que cubría vuestro santo sepulcro, y poniéndolo delante de aquel inflamado río, al instante reconoció vuestra virtud, parándose, y dejando libre de sus voraces ardores a la ciudad.

Librad, pues, poderosa santa, de los incendios a todos los cristianos, no sólo de los que queman los cuerpos, más también de los de la humana concupiscencia que abrasan el alma.

Haced, Santa mía, que el Omnipotente detenga el brazo de su justicia, para que no nos devore el torrente de las llamas del infierno, tan merecidas por nuestros pecados.

Cubridnos con el velo de vuestra protección, para reconciliarnos con nuestro Dios, tan ofendido de nosotros, a quien amemos ahora y eternamente en la Gloria. Amén.

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