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PERSPECTIVAS | Los buenos deseos disfrazados de política industrial

Sin planes sectoriales concretos para promover con acciones específicas sectores como el energético, lo anunciado por la Secretaría de Economía se queda solo en los buenos deseos

Congruente con la filosofía del actual régimen, de que sea el gobierno y no el mercado quien guía la estrategia económica del país, la Secretaría de Economía lanzó lo que llaman una nueva Política Industrial que, en la realidad, no es sino un decálogo de buenos deseos.

Allá en 1993, pocos meses después de la firma del Tratado de Libre Comercio que entraría en vigor en enero de 1994, grupos de empresarios le pedían al gobierno de Carlos Salinas de Gortari una política industrial.

Lo que en realidad querían es que el gobierno les diera protección frente a la competencia que se les venía, derivada de la apertura económica que establecía el TLC. El entonces secretario de Comercio y Fomento Industrial, Jaime Serra Puche, sin duda una de las mentes más brillantes que ha ocupado lo que hoy es la Secretaría de Economía, dijo que “la mejor política industrial era la apertura económica”.

Aunque fue criticado en su momento por esa afirmación, el tiempo le dio la razón.

La apertura económica guió desde entonces la actividad empresarial mexicana. Gracias a ellas la industria en general se transformó para competir, las actividades que no lo pudieron hacer se marchitaron y se hicieron pequeñas; aquellas en las que teníamos ventajas competitivas o en las que se desarrollaron, prosperaron.

Muchas regiones del país encontraron su vocación, como Querétaro, Guanajuato y Aguascalientes donde se concentraron las industrias automotriz y aeroespacial y hasta el campo, que pensaban algunos que sería arrasado, encontró en las frutas, las verduras, las flores y la trasformación del agave en tequila, su nicho de competitividad y hoy exporta más de lo que importa.

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Hoy, la 4T lanza una política industrial que, en realidad es una expresión de buenos deseos, algunos de los cuales, como promover una mayor competencia son pensamientos deseables.

La verdad es que, sin planes sectoriales concretos, por ejemplo, para promover con acciones específicas sectores como el energético, las telecomunicaciones, el transporte, lo anunciado por la Secretaría de Economía se queda solo en las buenas intenciones.

Sí es deseable que las exportaciones tengan mayor contenido nacional que hoy es solo del 28%; sí es deseable propiciar una economía de la salud, fomentar la competencia, impulsar una mejora regulatoria y generar un entorno de negociación amigable, con certidumbre.

El problema es que esto es solo el qué, porque el cómo está en manos del Presidente de la República y ahí se establece que es el ejército y no el sector privado quien construye aeropuertos; que los planes de infraestructura, como Dos Bocas o Tren Maya nacen en la mente del Primer Mandatario y no como resultado de una Política Industrial que establezca que esas obras fomentarán la competencia y la competitividad del país y es claro que no hay un entorno de negociación amigable cuando actividades empresariales se quieren enmarcar como delitos fiscales.

Sería deseable una política industrial que hiciera más competitiva la economía mexicana, sacara de su marasmo a industrias como la construcción y la minería, hoy colapsadas y que propiciara crecimiento económico y no paralización.

Hasta el próximo lunes y mientras no deje de seguir en mi página de FB, Perspectivas de Luis Enrique Mercado y en mi cuenta de twitter @jerezano52.