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Opinión | Transmitiendo la fe a los jóvenes

La educación de los jóvenes se trata de formar personalidades y de comunicarles sabiduría, de hacer que conozcan al Dios que los creó

Espero que todos hayan disfrutado de estos meses de verano y que hayan podido encontrar tiempo para descansar y relajarse con sus familias y seres queridos.

El final del verano siempre implica el comienzo de un nuevo año escolar.

Hemos iniciado nuevamente las clases en el Seminario de San Juan y en el Centro de Formación Sacerdotal Reina de Ángeles.

Casi 80 mil jóvenes están volviendo a nuestras primarias y secundarias católicas. Otros 102 mil se inscribirán este año en programas de educación religiosa en nuestras parroquias.

Cada uno de estos números representa un hijo de Dios, representa un alma que nuestro Señor confía a nuestro cuidado. Y tengo el gusto de informarles que al empezar este nuevo año escolar, contamos con un nuevo Superintendente para las Escuelas Católicas, Paul Escala, y con una nueva directora General para la Oficina de Educación Religiosa, la Hermana Rosalía Meza, VDMF.

Quiero darles las gracias a nuestro Superintendente saliente, el Doctor Kevin Baxter y a nuestro Director de Educación Religiosa saliente, el Padre Chris Bazyouros, quienes sirvieron a la familia de Dios, aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles, con dedicación y esmero.

Una de mis prioridades pastorales es educar y formar a los católicos para que tengan un conocimiento más profundo de su fe católica y para que la vivan de manera más intensa y con devoción. Con estos nuevos nombramientos, tenemos la bendición de contar con dos de los mejores educadores católicos de la Iglesia actual.

La sorprendente verdad sobre nuestra religión es que Dios quiere que lo conozcamos; más aún, Él quiere caminar con nosotros en la amistad y el amor.

Jesús vino a mostrarnos el rostro de Dios y a revelarnos lo que las Escrituras llaman “el misterio que había estado oculto desde los tiempos antiguos en Dios, que creó todas las cosas”.

Y Jesús le dio a su Iglesia la misión de proclamar la buena nueva acerca de Dios, la misión de hacer discípulos y de enseñarles todo lo que Él les ordenó. Por lo tanto, nunca podemos separar el trabajo educativo de la Iglesia de nuestra misión central de evangelización.

La educación católica no se trata solamente de proporcionar “información”, sino de propiciar una “transformación”.

No se trata de capacitar a futuros trabajadores para el mercado laboral. Se trata de formar personalidades y de comunicarles sabiduría, de hacer que los jóvenes conozcan al Dios que los creó y los propósitos que Él tiene para ellos.

En esencia, de eso es de lo que se trata la educación católica: de conocer y amar a Jesús y de aprender a vivir en su verdad, que es la verdad acerca de la creación; la verdad sobre nuestras vidas.

En este nuevo momento, le pido a Dios que todos nosotros, en nuestras escuelas y parroquias, pero también en nuestros hogares y familias, nos concienticemos de que hay una nueva urgencia con respecto a la tarea de educar y formar a nuestros jóvenes como cristianos.

Esta tarea es la razón de ser de nuestros programas y escuelas de educación religiosa. Pero es también el primer deber de los padres y de las familias. Nuestros jóvenes anhelan ver a sus padres y seres queridos viviendo su fe; ellos desean que sus padres les hablen sobre Dios, de las alegrías y de los desafíos de seguir a Jesús.

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En nuestra sociedad y cultura, nuestros jóvenes son, de muchas maneras, el “blanco” al cual se apunta infinidad de mensajes por parte de los medios de comunicación y por las corporaciones que quieren venderles productos y estilos de vida.

Lamentablemente, la mayoría de estos mensajes son totalmente contrarios a la hermosa visión de la vida que Jesús nos propuso.

En nuestro trabajo educativo, debemos enseñarles a nuestros niños a tener un espíritu crítico con respecto a lo que nuestra sociedad y cultura les está “vendiendo” y a no tener miedo de “nadar contra la corriente”.

Como educadores y formadores, necesitamos también el valor para proclamar lo que Jesús proclamó, con alegría y confianza, sabiendo que Él nos da la sagrada tarea de transmitirle a nuestros jóvenes la verdad de que este mundo tiene un Creador y un Redentor y de que Él nos ha mostrado cuál es el verdadero camino hacia la felicidad.

Lo que Jesús revela es verdadero y hermoso. Y todo lo que creemos como católicos está conectado. Todo fluye de esta verdad de que Dios es nuestro Padre y de que es el Creador de todo lo que existe y que Dios tiene un plan para su creación.

Jesús está llamando a los jóvenes a abrir sus corazones a su oferta de amistad, a caminar con Él y a ocupar su lugar en su gran plan para la redención del mundo. Y Él le ha dado a la familia de Dios -es decir, a todos nosotros- la responsabilidad de educar y formar a nuestros jóvenes.

Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes. Y oremos por nuestros jóvenes y por todos aquellos que están encargados de su enseñanza y formación.

Pidámosle a nuestra Santísima Madre, Trono de la Sabiduría, que nos guíe a todos en la hermosa misión de la educación en la fe.

Este texto fue escrito por el arzobispo de Los Ángeles, Mons. José H. Gómez, para ACI Prensa