Desde el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, en julio del año pasado, dijimos en este mismo espacio que venían tiempos difíciles para la economía mexicana y que era posible llegar a una crisis económica.
Hoy por hoy, hemos avanzado hacia esa crisis y lo increíble del asunto es que haya optimismo porque la economía mexicana creció 0.1% en el segundo trimestre de este año.
La realidad es mucho peor de lo que revela ese 0.1%.
De hecho, la economía mexicana ya no está creciendo, ni siquiera al magro 2% promedio anual que ha sido el movimiento de los últimos sexenios.
Atrás de eso, hay otros datos más preocupantes:
La inversión fija cayó 2.7% en mayo, pero acumula un desplome de 6.9% anual de ese mes de 2018 al mismo periodo de este año.
Dentro de ella, en el mismo periodo, la inversión en construcción cayó 8.3% y la realizada en maquinaria y equipo se vino abajo 5%.
En junio de este año, los turistas extranjeros que visitan México disminuyeron 5.4%.
En lo que va de este año se ha caído la creación de empleos formales a niveles que no se veían desde 2009.
Las exportaciones totales apenas crecieron 1.2% en junio.
Ya se cayó el consumo privado y la confianza del consumidor, que había alcanzado niveles récord con el triunfo de AMLO ya también se vino abajo.
Es decir, todos los indicadores de la economía están en cifras negativas o muestran pequeñísimos avances, lo que forma un cuadro de depresión económica indudable.
En obra pública lo único importante es el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, proyectos que los especialistas califican de fracaso aún antes de que se inicien.
En todo el país, el sistema de salud está colapsado y el programa de vacunación, ejemplo a nivel mundial, ya se acabó porque no hay vacunas.
En los Estados y Municipios las arcas están vacías y en muchos casos hay verdaderas crisis financieras.
Los únicos indicadores a los que se agarra el Primer Mandatario son la fortaleza del tipo de cambio y la tasa de inflación más baja de los últimos dos años.
La primera tiene su origen en una tasa de interés de 8.25% cuando en el entorno internacional las tasas más elevadas andan en 2.25%; la segunda se explica por el mismo freno de la economía. Los precios no suben porque la demanda está caída.
El cuadro completo, como quiera que sea es altamente preocupante porque están dados todos los signos para pronosticar que el camino por el que transita hoy el país sin duda conduce a una crisis económica.
¿Qué falta?
Que las finanzas públicas se desordenen, lo cual está a la vuelta de la esquina.
Los programas sociales sin orden ni concierto, sin padrones fijos, sin reglas de operación claras, sin transparencia ni rendición de cuentas terminan siempre en caos en las finanzas públicas.
Mientras no se corrija el rumbo, y no se ven intenciones de hacerlo, el país seguirá caminado hacia la crisis económica.
Hasta el próximo lunes y mientras, no deje económica e en mi página de FB, Perspectivas de Luis Enrique Mercado y en mi cuenta de twitter, @jerezano52