En los últimos 40 años México ha realizado transformaciones extraordinarias que, aunque han aumentado la eficiencia y la estabilidad económica, no han logrado aumentar la tasa de crecimiento.
Aunque el promedio de crecimiento anual en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo estuvo por encima del 4%, la economía mexicana se ha pasmado en un 2% promedio anual en los últimos 18 años.
Pareciera que las reformas exigieron enormes esfuerzos políticos y muchos sacrificios, con resultados que no dejan satisfecho a nadie, como lo demostró el triunfo electoral a Andrés Manual López Obrador, impulsado por el descontento de la sociedad hacia los gobiernos anteriores a este.
Las reformas estructurales de México se iniciaron con Carlos Salinas de Gortari, quien privatizó sectores completos de la economía, entre ellos la banca y, entre otras, abrió la economía, apertura que culminó con la firma del Tratado de Libre Comercio.
Ernesto Zedillo enfrentó y superó la crisis de 1994, puso las bases para la estabilidad económica, transparentó las finanzas públicas, dio autonomía al Banco de México, continuó firmando tratados de libre comercio entre ellos con Europa y dejó llegar la alternancia política.
Vicente Fox desperdició su capital político en frivolidades y lo único que logró hacer fue la reforma para la transparencia.
Felipe Calderón, con las manos atadas por un PRI egoísta y miope hizo la reforma en las pensiones del ISSSTE.
Enrique Peña Nieto realizó las reformas energética y educativa que sin duda fueron de enorme trascendencia.
¿Porqué, con toda esta historia de reformas la economía mexicana se niega a despegar con crecimientos que mejoren el nivel de vida de la población en general?
¿Porqué el enorme descontento ciudadano?
Casi todos los estudiosos del caso mexicano coinciden en que el gran lastre para el país es la falta del Estado de Derecho; la falta de aplicación de la Ley; el deporte nacional, de todos, ciudadanos y gobernantes de violar la Ley.
Desde la Ley de Tránsito, mancillada por todos los ciudadanos, hasta normas superiores que también son violadas todos los días.
Y frente a ello, la enorme incapacidad de los gobiernos para aplicar la Ley.
Si no se respetan las leyes, la verdad también es que los niveles de impunidad son casi infinitos. Muy poco se castiga a quien viola la ley de tránsito; menos a quien roba o a quien mata. Los delitos permanecen impunes.
Y hoy más que nunca, con un presidente de la República como Andrés López Obrador para quien el perdón es lo primero, para quien los huachicoleros roban por necesidad y quien es el primero en violar leyes y normas todos los días y el mejor ejemplo es su ya famoso Memorándum en el que ordena a algunos de sus secretarios que violen la ley para acabar con la reforma educativa.
Es decir, vamos en sentido contrario; el cambio era para que se respetara la ley, para que hubiera pleno Estado de Derecho.
Lo que vemos nos dice que como en muchos aspectos, en el respeto a la Ley y el combate a la impunidad, México camina hacia el otro lado, con el liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
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