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San Nicolás de Tolentino, patrono de las almas del purgatorio

San Nicolás murió el 10 de septiembre de 1305 y fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino
Hoy celebramos a San Nicolás Tolentino, también conocido como el Patrono de las Santas Almas. Aquí te contamos la historia de su vida. | Un texto de ACI Prensa.

San Nicolás de Tolentino nació en San Angelo (Italia) en 1245. Se dice que su madre, avanzada en años, no había podido concebir. Por ello, junto a su esposo, hizo una peregrinación al Santuario de San Nicolás de Bari. Allí, ella rogó a Dios por un hijo que se entregara al servicio divino. Tiempo después quedó embarazada.

Mientras crecía, el pequeño Nicolás pasaba horas en oración. Escuchaba con entusiasmo la Palabra de Dios, llevaba a su casa a los pobres para compartir con ellos lo que tenía y se deleitaba en leer buenos libros como estudiante.

Después de escuchar el sermón de un fraile o ermitaño de la Orden de San Agustín, San Nicolás se decidió a renunciar al mundo e ingresó a la Orden en el convento del pequeño pueblo de Tolentino. Hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad y, en 1271, recibió su ordenación como sacerdote en el convento de Cingole.

Los últimos 30 años de su vida, San Nicolás vivió en Tolentino. Predicaba en las calles, administraba los sacramentos en asilos para ancianos, hospitales y prisiones. Asimismo, pasaba largas horas en el confesionario.

Cuando por gracia de Dios obraba algún milagro, pedía a los presentes que “no digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí”.

Los fieles, impresionados de ver las conversiones que obtenía y su profunda espiritualidad, le pedían que intercediera por las almas del purgatorio. Muchos años después de su muerte, esto le valió el nombre de “Patrón de las Santas Almas”.

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El misterio del cuerpo de San Nicolás

El Santo padeció por mucho tiempo de dolores de estómago y poco a poco su salud fue empeorando.

Un día se le apareció la Virgen María y le dio instrucciones para que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y se lo comiera con la promesa de que se curaría por su obediencia. Así sucedió y, en gratitud, San Nicolás bendecía trozos de pan similares y se los daba a los enfermos, obteniendo numerosas sanaciones.

Partió a la Casa del Padre el 10 de septiembre de 1305 y fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino.

Muchas décadas después fue expuesto su cuerpo incorrupto. Se dice que, al parecer un hombre extranjero, le cortó los brazos para llevárselos a su país natal, pero fue capturado por un flujo de sangre que brotó de las extremidades del Santo.

Un siglo después se hizo el reconocimiento de los huesos y se vio que los brazos amputados se hallaban intactos y empapados en sangre. Siglos después se repitió el derramamiento de sangre fresca de los brazos de San Nicolás de Tolentino.

Texto de ACI Prensa.

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