Cada 7 de agosto celebramos a San Cayetano, patrono del pan y del trabajo. Este Santo solía decir:
En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración, en el hospital le encontramos personalmente.
Su vida
San Cayetano nació en Vicenza (Italia) en 1480. Estudió en la Universidad de Padua. Ahí se distinguió en la teología y, posteriormente, se doctoró en derecho civil y canónico.
Su inquietud vocacional lo llevó a Roma. Al poco tiempo de su llegada, lo nombraron secretario del Papa Julio II.
Tras la muerte del Pontífice, San Cayetano quiso prepararse para el sacerdocio. Finalmente, recibió su ordenación en 1516, a los 36 años.
También en Roma, San Cayetano fundó la “Cofradía del Amor Divino”, una asociación de clérigos que promovía la gloria de Dios.
Luego ingresó en el Oratorio de San Jerónimo. Este oratorio seguía la misma línea de la obra que había fundado, pero, además, incluía a laicos pobres.
Los amigos de San Cayetano se molestaron por esta decisión, ya que consideraban que no debía estar allí alguien de alcurnia como él.
A pesar de esto, el Santo siguió adelante, atendiendo incluso a pacientes con enfermedades que muchos despreciaban.
Estando en Venecia, San Cayetano implantó la bendición con el Santísimo Sacramento y animó a la comunión frecuente.
Una vez escribió:
No estaré satisfecho sino hasta que vea a los cristianos acercarse al banquete celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza.
Por aquel entonces, la cristiandad pasaba por un periodo de crisis. San Cayetano, contemporáneo de Lutero, incentivaba una verdadera reforma de vida y costumbres en la Iglesia, pero sin dividirla.
En Roma, junto a algunos compañeros, fundó la Orden de Clérigos Regulares Teatinos. Esta orden buscaba la renovación del clero, la predicación de la doctrina, el cuidado de los enfermos y la restauración del uso frecuente de los sacramentos.
Los últimos días de San Cayetano
San Cayetano tuvo que sufrir incomprensiones y rechazos por la misión renovadora que había emprendido. Más adelante, con el Beato Juan Marinoni, el Santo fundó los “Montes de Piedad” para liberar de la miseria a pobres y marginados.
Al final de su vida, abrió hospicios para ancianos y hospitales. Cuando cayó muy enfermo, los médicos le sugirieron que pusiera un colchón sobre su cama de tablas, pero el Santo respondió: “Mi salvador murió en la cruz; dejadme pues morir también sobre un madero”.
El Santo partió a la Casa del Padre el 7 de agosto de 1547, a los 77 años.
El Papa Francisco, incluso desde que era Cardenal, le tiene un cariño especial. En Argentina, este santo es muy querido. Son numerosos los peregrinos que van a venerarlo en el templo en honor de San Cayetano del barrio porteño de Liniers (Buenos Aires).
Allí, cada año, los fieles y devotos le piden pan y trabajo y le agradecen lo que se les ha dado por su intercesión ante Dios.
Texto: ACI Prensa
