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Yadira Quiroz, de niña curiosa a científica exitosa

La doctora Elva Yadira Quiroz Rocha recuerda perfectamente cómo despertó su insaciable curiosidad científica: cuando era niña, su papá le regaló un microscopio de juguete.

La doctora Elva Yadira Quiroz Rocha recuerda perfectamente cómo despertó su insaciable curiosidad científica: cuando era niña, su papá le regaló un microscopio de juguete y tiempo después también le compró un telescopio, que ella compartía con sus hermanos para observar las estrellas en esas tranquilas y nítidas noches de luna llena en San Francisco de Horizonte, una pequeña comunidad rural ubicada en el municipio de Tlahualilo en Durango.

Es ahí, en esa comunidad de apenas mil 657 habitantes, donde nació Elva Yadira, quien se convirtió en doctora en ciencias bioquímicas y que recientemente fue galardonada con el Reconocimiento al Mérito Estatal de Investigación que otorga el estado de Morelos, por su investigación donde identificó el mecanismo que permite a la bacteria Azotobacter vinelandii producir y consumir plástico.

Pero no solo fue su padre quien sembró en ella la semilla de la curiosidad —que a la larga se convertiría en vocación científica—, pues según cuenta la joven investigadora, su madre acostumbraba comprar enciclopedias que a ella le gustaba leer a manera de entretenimiento, pues en ese entonces no existía Internet y en la comunidad donde nació tampoco había muchas opciones de entretenimiento.

“Soy la mayor de cuatro hermanos, mis padres trabajaban como maestros de nivel primaria en escuelas rurales de las comunidades cercanas a donde vivíamos. Recuerdo una infancia muy tranquila, propia de una comunidad rural y que mis papás siempre fomentaron en nosotros la curiosidad, por ejemplo, mi mamá acostumbraba comprar enciclopedias —los millennials no sabrán qué es eso, dice entre risas— pero esos libros eran mi entretenimiento”.

Cuando tenía 14 años nació el menor de sus hermanos y debido a algunas complicaciones de salud que tuvo el pequeño, sus papás abandonaron la comunidad para trasladarse a la ciudad de Gómez Palacio, donde terminó la secundaria y preparatoria en un ambiente donde sus padres tenían que destinar gran parte del tiempo a la atención médica de su pequeño hermano.

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Esa situación los fortaleció como familia, pero también obligó a sus papás a esforzarse más para apoyar a sus cuatro hijos y, en su caso particular, para permitirle que se trasladara, a los 17 años, a estudiar la carrera de químico farmacobiólogo a la ciudad de Saltillo, Coahuila.

“Admiro mucho a mis papás porque al terminar la preparatoria a los 17 años y anunciarles que me quería ir a estudiar a Saltillo, me permitieron ir y sobre todo porque aun cuando nuestra situación económica no era mala, tampoco era la mejor para sostener a una familia y un estudiante en otra ciudad”.

Los pininos en el quehacer científico

Luego de cinco años en Coahuila y tras concluir su licenciatura, la joven regresó a casa de sus papás y se incorporó al mercado laboral en un laboratorio de análisis clínicos. Ahí le gustaba pasar tiempo; no obstante, las actividades se volvieron rutinarias, situación que la motivó a buscar nuevas opciones más relacionadas con el quehacer científico.

“Tras dos años de trabajo, busqué opciones en Internet y me encontré con información de la doctora Cinthia Núñez en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y su línea de investigación en torno a la bacteria Azotobacter vinelandii, la contacté y fue así como comencé a trabajar con ella hasta obtener el grado de maestría en ciencias bioquímicas”.

Durante esta etapa de mi vida, gracias a las oportunidades que me dio la doctora Cinthia Núñez, tuve la suerte de realizar una estancia de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología de Madrid, España, con el doctor Fernando Rojo de Castro, un investigador de renombre en el tema que nosotros manejamos.

Gracias a esa formación, la investigadora considera que ha logrado importantes resultados en su aún joven trayectoria, entre ellos la mención honorífica que recibió al concluir el doctorado y el trabajo que le valió el Reconocimiento al Mérito Estatal. Asimismo, piensa que los logros que ha obtenido y la enseñanza que ha recibido son su principal motivación para un día contar con su propio grupo de investigación, donde coseche más resultados y ella también pueda formar nuevos estudiantes.

Texto Conacyt Prensa

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