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Toda vida es un “cruce de caminos” | Mons. José Gomez

Estamos ante esta cruz: “La Cruz de los Encuentros”. Hasta aquí es donde nos ha conducido nuestro viaje: el viaje de nuestras vidas y nuestro viaje como católicos latinos de Los Ángeles y de todo el continente americano.

Esta cruz nos recuerda que toda vida debe convertirse en una “encrucijada”: toda vida debe convertirse en un “camino de la cruz”. El camino de cada vida lleva a esta intersección en la que encontramos a Jesús, tal como sucedió con los primeros discípulos en el camino a Emaús en la historia que escuchamos del Evangelio de San Lucas.

Jesús, por su amor y por su misericordia, quiere acercarse a cada uno de nosotros en nuestro viaje. Él quiere recorrer con nosotros el camino de nuestra vida. Y así como los discípulos que iban camino de Emaús, nosotros a veces estamos demasiado distraídos; podemos estar heridos, lastimados por las decepciones de la vida, y esto impide que nuestros ojos lo reconozcan.

Pero Jesús se acerca para estar con nosotros, sin importar en qué punto estemos en el camino de la vida. Podemos estar hundidos en la desesperación o perdidos como el hijo pródigo en el pecado y en una mala vida. Pero Jesús viene a buscarnos.

Hoy y en este momento, Jesús viene una vez más a nosotros. Por lo tanto, debemos entregarle nuevamente nuestros corazones a Él. Hemos de invitarlo a nuestras vidas, tal como lo hicieron los primeros discípulos cuando le dijeron: “Quédate con nosotros”.

Tenemos que permitir que sus palabras de amor ardan nuevamente en nuestros corazones. Necesitamos unir nuestras vidas a su vida en la Eucaristía, tenemos que dejar que Él abra nuestros ojos para conocerlo “en la fracción del pan”.

Así como esos primeros discípulos, nosotros tenemos que tomar también hoy nuestra cruz y caminar en pos de Jesús, siguiéndolo en tanto que Él lleva su cruz delante de nosotros.

Hace dos años, durante la peregrinación del Papa Francisco a los Estados Unidos, tuve la alegría de ofrecerle “La Cruz de los Encuentros”, en nombre de todos los católicos latinos de este país y de todo el continente americano.

Esta cruz ante la que estamos hoy pretende ser una réplica de esa Cruz de Encuentro, que simboliza los Encuentros nacionales patrocinados a lo largo de los años por los obispos católicos de este país.

Para mí, y para muchos de mi generación, la experiencia del Encuentro fue una inspiración para nuestra fe y nos hizo comprender claramente nuestra responsabilidad como latinos, de ser líderes en la Iglesia y líderes de la nueva evangelización de nuestro país.

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Y de esto se trata este Quinto Encuentro. Como latinos, estamos llamados a ser los líderes de nuestra Iglesia.

No somos recién llegados, ni gente que haya llegado al último minuto, ni advenedizos. ¡Los primeros católicos de este país fueron latinos de España y de México!

¡Nunca olviden eso, queridos hermanos y hermanas!

El Papa Francisco llegó a este país como el primer Papa de América Latina y como el primer Papa que habla el español como su lengua materna. Y cuando él vino a este país, lo primero que hizo fue canonizar a nuestro primer santo latino: San Junípero Serra, el gran misionero fundador de California y de los Estados Unidos.

El Papa Francisco hizo eso para despertar nuestros corazones, para despertar nuestros recuerdos y nuestro orgullo. El Papa nos está llamando a recordar quiénes somos y de dónde venimos como latinos.

Fueron misioneros latinos como San Junípero quienes encabezaron el primer “Encuentro”, el primer encuentro de los pueblos de este país con Jesucristo.

¡Pero este Encuentro no atañe sólo a los latinos! Este Encuentro pretende la unión de toda la Iglesia: de hombres y mujeres, negros y blancos, latinos, africanos, asiáticos, europeos, de los pueblos de Oceanía, es decir, de toda la hermosa diversidad que conforma la familia de Dios aquí en Los Ángeles y en todo Estados Unidos.

Todos estamos llamados a vivir como hijos de Dios y a proclamar a Cristo como discípulos misioneros.

Los discípulos de Emaús partieron de inmediato para hablarles a todos de su encuentro con Jesucristo. Esta es nuestra tarea ahora. Este es el llamado de este Quinto Encuentro.

Vayamos en pos de Jesús y tomemos nuestra cruz, siguiéndolo y llevando a la gente de nuestro tiempo a un nuevo encuentro con Jesucristo y con la misericordia y el amor de Dios.

Acerquémonos especialmente a los que están en las “periferias”: a los que carecen de un hogar y a los inmigrantes, a los enfermos y a los que sufren, a los niños que están por nacer, a los prisioneros que esperan una segunda oportunidad.

Caminemos juntos con Jesús y conduzcamos a nuestra nación y a nuestro mundo a un nuevo encuentro con Jesucristo.

Aquí, a este Quinto Encuentro, es a donde nos ha llevado el camino de nuestras vidas. Rezo para que esto sea realmente para todos nosotros un nuevo encuentro con Jesús. Y que nuestra Santísima Madre, la Virgen de Guadalupe, vele por ustedes con su tierno amor.