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Un alumno prototipo | Huberto Meléndez Martínez

Estaba próxima la realización del concurso académico entre los alumnos del quinto grado de primaria, para escoger de entre los dos grupos de la escuela, a quien representaría a sus compañeros en la competencia a nivel intraescolar. Seis de los escolares más destacados, conforme a desempeño y buenas calificaciones, integraron la lista de los participantes. Grandes expectativas surgieron para ganarle al grupo “B” y hasta hubo quien, en son de broma, pretendió hacer apuestas sobre los ganadores de esa pequeña selección.

Las preferencias se concentraron en una niña de buenos modales, con un carácter centrado, y de una capacidad intelectual preponderante. Siempre puntual en clase, sin incidencias de asistencia, organizada en sus útiles escolares, con una letra bonita y de trazos finamente cuidadoso (de esas que da gusto revisar cuando el maestro hace la encomienda de entregar el trabajo para revisarlo en casa). Denotaba pulcritud en su personalidad.

A veces los docentes quisiéramos que todos nuestros estudiantes reunieran el perfil de esta alumna, porque es muy grato dar clases a quien siempre está atento, se porte bien, sea solidario con sus condiscípulos, ayudando a los demás cuando tienen problema para comprender algún contenido. Participan en orden y son pacientes cuando el profesor necesita dar atención especial a quien tenga otro ritmo de aprendizaje.

Y aunque en prácticamente todos los grupos escolares hay alguien con estas características, la realidad es muy distinta, pues en cada salón de clases es muy variada la naturaleza de los educandos, sus tiempos para dominar los contenidos de aprendizaje también son diversos. Esa complejidad da sentido a la función docente.

Hay quien afirma que estudiantes con esa personalidad son los consentidos de los maestros, porque en el fondo sienten que es quien más se le parece.

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En esta ocasión estuvo a punto de ser la ganadora, pero uno de sus compañeros logró acertar en unas cuantas preguntas más que ella. En el grupo todos mostraron sorpresa. La mayoría sabía sobre las posibilidades de otros, pero las descartaban al recordar las cualidades de su compañera.

Quizá su sentir fue de desencanto, pero conservó la serenidad y aceptó los resultados. Su actitud no cambió durante el resto del año y lo concluyó con el más alto promedio de calificaciones, para beneplácito de sus tutores.

Su madre podía estar orgullosa y sentir pagado el sacrificio de haber renunciado a su trabajo como profesora, para dedicarse a la familia. Estaba saldada con creces aquella decisión difícil. Su padre se afanaba en el trabajo siendo administrador y socio en una empresa de material para construcción.

Desde muy temprana edad es posible pronosticar el destino de los estudiantes. Quienes como esta niña son dedicados, organizados, disciplinados y complementada su formación con una adecuada educación emocional, siguen con una trayectoria exitosa.
Anette, al igual que la mayoría de las personas, es fiel reflejo y producto del ambiente familiar que existe en su hogar.