La cumbre del llamado G20 en la ciudad alemana de Hamburgo tiene en la figura de Donald Trump el objetivo de casi toda la atención mediática internacional, sobre todo por el encuentro que sostendrá con el líder ruso Vladimir Putin.
Y en el caso concreto de México, nuestra atención también está en territorio germano porque el presidente estadounidense tendrá también una reunión con Enrique Peña Nieto, la primera como ocupante de la Casa Blanca.
Pero vamos por partes.
Fiel a su costumbre disruptiva, Trump sacude el ambiente que lo rodea con el virtual reconocimiento que por primera vez hizo de que los rusos pudieron haber intervenido de alguna manera en las elecciones en las que derrotó a Hillary Clinton.
Si bien acusó a su antecesor Barack Obama de que “pudo haber hecho más” al respecto, la tácita aceptación de lo que le señalaron desde un principio todas las agencias de inteligencia norteamericanas hace difícil un pronóstico con lo que ocurra durante su charla con Putin, en la que estarán ambos presidentes solo con sus cancilleres y un par de traductores.
Más allá de que Putin y Trump sin duda abordarán temas de la geopolítica mundial, incluidos los casos Siria, Ucrania, Unión Europea, OTAN y varios más, reconocer la presunta intervención rusa en el proceso electoral de Estados Unidos abre nuevamente un serio frente interno para el millonario neoyorquino: la posibilidad de ser sujeto a “impeachment” o juicio político por obstrucción de la justicia.
Vago en sus conceptos vertidos en Varsovia, en escala previa a la cumbre de Hamburgo, Trump hizo un llamado a los rusos para que cesen sus actividades de desestabilización en Ucrania y de apoyo a regímenes como Siria e Irán.
El mandatario estadounidense gusta decir lo que quiere oír su audiencia, como pareció ser ante un grupo de polacos que coreaban su nombre mientras arremetía contra Rusia, el mismo país que se empeñó en que fuera él y no la señora Clinton quien ocupara el Despacho Oval en Washington.
La respuesta rusa no se hizo esperar, al calificar las declaraciones de Trump como “desestabilizadoras”, aunque el norteamericano parecía matizar sus dichos con la confusa declaración de que Rusia no era el único país que pudiera haber interferido en el accidentado proceso electoral de noviembre pasado.
Ese es Donald Trump. Tan impredecible es su encuentro con el duro Putin como los será el que tenga lugar con su homólogo mexicano Peña Nieto.
Porque aunque el propio canciller mexicano, Luis Videgaray, no arguyó que de la charla salga algo relevante, con Trump nunca se sabe.
Esta mañana de viernes sabremos si el locuaz habitante de la Casa Blanca agita nuevamente las aguas bilaterales con su vecino del sur y si lo hace con algún gesto público durante el encuentro, o antes o después del mismo con alguna declaración inesperada, como ha lo ha hecho.
Como lo hizo en Varsovia previo a su entrevista con Vladimir Putin.
Como siempre lo hace.