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¿Autodefensas en Cancún? ¡Patrañas!

Dicen que el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano. Esta frase adquiere un significado terrible si la aplicamos en política, que supuestamente es una actividad cuyo fin es la búsqueda del bien común, pero es dramática si ello atenta contra uno de los baluartes de nuestro México como lo es Cancún.

Sería un despropósito, por no decir una insensatez, negar el problema de seguridad que se vive en el país, del cual no es ajeno el estado de Quintana Roo y sus muy exitosos destinos turísticos de clase mundial.

Pero de ahí a sugerir que la situación de Cancún y la Riviera Maya los haga ver como territorios sin control que hacen necesario un llamado para que sean los propios ciudadanos los que deban asumir su autoprotección, que es un deber fundamental del Estado, me parece fuera de toda proporción.

Por eso el llamado del “empresario” cozumeleño Carlos Mimenza a conformar un grupo de autodefensas en Quintana Roo es claramente una patraña con fines políticos que nada tiene que ver con una voluntad seria de combatir los problemas de inseguridad y proteger la actividad económica de una zona vital para mantener a México entre los primeros 10 países que reciben turismo en el mundo.

Y quiero aclarar que al entrecomillar “empresario” no estoy sugiriendo que Mimenza no lo sea. De hecho, se dedica a los bienes raíces, pero sus propios intereses políticos lo ligan con el exgobernador Roberto Borge Angulo, preso en una cárcel de Panamá y sujeto a proceso de extradición por presuntos delitos relacionados precisamente con negocios inmobiliarios de la entidad que gobernó hasta hace pocos meses.

Es una irresponsabilidad salir a las redes sociales y convocar a la autodefensa, pero más lo es asumirse como representante de una clase empresarial que jamás se daría un disparo al pie como el que sugiere ese sujeto.

¿Quién en su sano juicio pone en riesgo la imagen y el prestigio de los activos de sus empresas?

Si hay algo que caracteriza a los empresarios mexicanos es su tesón para emprender negocios en la adversidad y tener éxito a pesar de las fisuras del sistema judicial mexicano, a pesar de la delincuencia, a pesar de la sobrerregulación: a pesar de la realidad contra los que muchos luchamos lealmente día con día.

He tenido la oportunidad de recorrer varias veces el país y de platicar con empresarios de todas las regiones de México y de todos los sectores productivos: industria, comercio y servicios. En su mayoría, distan de parecerse a Mimenza.

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En el caso concreto de Quintana Roo, ésta es una tierra de pioneros, que llegaron hace muy poco tiempo a un paraíso virgen y lo convirtieron en uno de los destinos de playa más icónicos del orbe. El gentilicio cancunense está formado por migrantes que han llegado ahí a invertir, crear empleos y generar riqueza.

Recuerdo cuando visité un Cancún destruido por el huracán “Wilma” en el año 2005, y participar en reuniones interminables de empresarios –mexicanos provenientes de muy diversos lugares, sin raíces genealógicas en ese lugar- cuyo único propósito era volver a levantarse y seguir trabajando.

Un caso muy parecido lo viví cuando recorrí una fantasmal Riviera Maya sin visitantes por la emergencia epidemiológica del virus AH1N1, en el 2009. El propósito común era el mismo.

No. Los verdaderos empresarios de Quintana Roo no son como Carlos Mimenza ni mucho menos él los representa.

A ellos, hoteleros, restauranteros, pequeños prestadores de servicios, turisteros o hasta taxistas poco les importan las vendettas políticas de un ex mandatario que no busca quién se la hizo sino quién se la pague.

En todo caso, los verdaderos empresarios –los que ya rechazaron tajantemente la estupidez de las “autodefensas”- le reclaman al edil de Cancún que se olvide de la grilla verde y de sus compromisos, y que se dedique a lo que debe: a facilitar el desarrollo de la joya de nuestra corona turística nacional.

¿O de veras se creen el cuento de que la zona del mar turquesa y arenas blancas es como la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán?

Si hay riesgo de ello, pues entonces que se haga algo en el marco de una estrategia seria y efectiva de seguridad pública, y no proponer locuras que ponen en riesgo algo bueno, exitoso y generador de crecimiento económico.