Agradezcamos a la enredada legislación electoral mexicana el dar por terminada la pesadilla de las campañas el miércoles anterior al día de la elección, pero también por regalarnos unos apacibles días llamados veda electoral o días “de reflexión”.
No creo que alguien necesite tres días para meditar el sentido de su voto, si es que acaso –ojalá- considere ir a la casilla electoral el domingo, pero podemos aprovechar mejor este tiempo para lo siguiente:
Reflexionar sobre la lamentable crispación social que ha hecho de México un mundo de blancos y negros, buenos y malos, ricos y pobres, legítimos y espurios, sin matices intermedios posibles.
Pensar sobre lo absurdo de un calendario electoral mexicano que tiene procesos comiciales cada año en distintos lugares del país, lo que impide que las políticas públicas de los gobiernos federal, estatales y municipales se diseñen con base en necesidades de la población en lugar de quedar siempre como rehenes de la búsqueda de votos.
Preguntarnos por qué tras la alternancia en el año 2000 y el fin de la hegemonía política de un solo partido, no ha habido esfuerzos serios para reformar un sistema presidencialista que ya no da para más.
Empezar a hablar de segunda vuelta electoral, coalición, formación de gobierno y equilibrios parlamentarios.
Imaginar menos partidos y legisladores que sangran el presupuesto federal, o sea nuestros impuestos, y más propuestas que transiten por acuerdos básicos de bienestar nacional, independientemente de ideologías o agendas de grupo.
Impulsar una agenda joven donde las nuevas generaciones se interesen en la política, como medio para buscar el bien común y no como camino de enriquecimiento y poder sin sentido de proyecto de Nación.
Jubilar a la generación de políticos que –como ocurre en todo el mundo y no es excepción en México- ya no tienen credibilidad ni empatía con la mayoría de la población.
Dejar de hablar mal de nuestro propio país, sin que eso implique negar lo innegable de nuestros vicios, atrasos y padecimientos endémicos. Y si no es posible hacerlo, por lo menos proponer soluciones a los mismos.
Leer más y postear menos.
Disfrutar la final de la Champions League, el sábado por la tarde, entre el Real Madrid y la Juventus de Turín.
Ver la nueva temporada de House of Cards.
En fin, lo que usted quiera, porque tendremos unos días en que no habrá declaraciones, filtraciones, videos, encuestas, pleitos, desmentidos y maldiciones al por mayor.
Y descanse, porque ¿sabe qué? El fin de las campañas 2017 y la elección que tendrá lugar en el Estado de México, Nayarit, Coahuila y Veracruz, marca el inicio –o continuación ya sin retorno- de una pesadilla mayor: la ruta a la elección presidencial del 2018.
¡Un año!
12 meses en que veremos cosas que harán palidecer a lo sucedido en este 2017 del que tanto nos quejamos.
Prepárense. O alcen la voz para empezar a cambiar esta dinámica perversa de campañas, dinero, denostación, cooptación, compra-venta de voluntades y conciencias, verdades a medias y mentiras completas, traiciones, componendas y tratos perversos.
Otra vez: ¡agárrense que lo único seguro de lo malo es que se puede poner peor!