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Difícil meta estudiantil | Huberto Meléndez Martínez

Difícil meta estudiantil – ¿Cómo se le hace para ser un estudiante o un trabajador sobresaliente?, era la pregunta que bullía en su cabeza desde la infancia. Recuerda que apenas cursaba el cuarto grado de primaria cuando escuchó en una conversación familiar, que el primo Gabriel se estaba desempeñando con eficiencia en el trabajo de contador en una compañía minera.

Le había visto con frecuencia camino a la academia comercial, cargando un estuche con su máquina de escribir y unos cuantos libros además de un folder donde guardaba sus ejercicios y los primeros ensayos de inventarios, cortes de caja, balances y otros formatos de documentos administrativos.

Un día notó cierto alboroto en la casa de la tía, era la fecha de clausura del ciclo escolar. No todos los días se graduaba alguien de la familia. Fue el primero y ello mostró a otros familiares, la factibilidad de conseguir un título profesional.

También el primo Ismael, por su dinamismo y excelentes calificaciones, disfrutaba del reconocimiento de todos en el barrio y en la familia. Sus maestros se expresaban muy bien de él, lo ponían como ejemplo ante los grupos de la secundaria. Quizá tenían dotes o talentos especiales, tal vez habían nacido con esas virtudes.

Sería imposible conseguir opiniones semejantes para sí, más difícil sería por haber sido repetidor en tercer grado de primaria. Debía empezar por superar el desempeño propio y competir con sus condiscípulos. No, era impensable competir con Elia, Gerardo, Ismael, Antonia, Hilario, Rosario, José Luis, Leonor, Elvira, Alfredo… y una larga lista de compañeros cuya inteligencia era evidente en cada acción escolar. Pero debía intentarlo.

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En lo único que pudo superarlos fue en dibujo, pero eso no lo consideraba tan relevante como en otras materias académicas. En la secundaria, en lugar de disminuir la lista, aumentó con otros nombres como José Luz, Martha, César, Josefina, Víctor, Carmen, Pascual, etc.

Tras años de intentar ser de los distinguidos, hasta en la escuela Normal advirtió señales de estar consiguiendo algo añorado. En la Normal Superior hubo otros nombres notables como José Luis, Adriana, Amorel, Marina, Hugo, Sara, Ricardo, Chemely, Alejandro… Qué difícil competencia. Pero en lugar de amilanarse redobló esfuerzos.

Quizá al cursar un posgrado podría conseguir aquel sueño aplazado ya no por años, ni lustros, sino por décadas. Pues tampoco fue del todo posible. Empezó a asimilar aquella afirmación de un poema: “Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado”.

Sus compañeros eran el motor que le impulsaba a mejorar su desempeño y con productos benéficos para los demás, para los suyos, más allá del brillo personal, Es cierto que el medio social influye, pero uno solo es quien define sus metas y toma las decisiones correspondientes para construir su destino.

Al paso del tiempo cayó en la cuenta de que las virtudes son producto de tenacidad, de persistencia, de intentar mejorar cada vez más, compitiendo con uno mismo.