Es inevitable que emerjan referentes obligados en algunas profesiones o sectores específicos, íconos que representan mejores prácticas o ejemplos a seguir en tal o cual actividad humana.
En lo que compete al periodismo, el diario The Washington Post es uno de estos ejemplos: el periódico más influyente de la capital de los Estados Unidos guarda celosamente el prestigio obtenido a partir de que una investigación de sus periodistas develó el escándalo conocido como “Watergate” que provocó en su tiempo, la renuncia del presidente Richard Nixon.
Hoy, más de 40 años después, el rotativo encabeza una férrea resistencia a la intolerancia de Donald Trump, que un día sí y otro también culpa a los medios de comunicación y en especial al Post de difundir “noticias falsas” sobre su errática administración de apenas un mes en la Casa Blanca.
Sin temor a exagerar, estos días pueden ser un parteaguas en la sinuosa relación prensa-poder a lo largo y ancho del mundo, más por el necio empeño trumpiano de convertir realidades en “fake news” y construir su propia verdad alternativa, que por la combatividad indiscutible de la prensa libre.
A la consistente ofensiva de Trump contra medios reputados como The New York Times, CNN, NBC, ABC, CBS y The Washington Post, éste último estrenó ayer un nuevo slogan en sus diferentes plataformas editoriales: “Democracy Dies in Darkness”.
Más claro, ni el agua: “La democracia muere en la penumbra”.
Este lema había sido utilizado ya por el columnista y editor del diario, Bob Woodward, quien se hizo famoso por destapar, junto con Carl Bernstein, el escándalo Watergate en 1974.
Hoy, sin embargo, ante la absurda andanada de un régimen sin sentido, adquiere una dimensión distinta que podría constituir un antes y después en el periodismo, que espero sea suficiente para hacer abortar un proyecto que cada vez se parece más a lo que vimos en la Alemania nazi de la ominosa Segunda Guerra Mundial.
Odiosas las comparaciones, es difícil no hacer una con un enloquecido presidente que está convirtiendo al aún infantil 2017 en “el año de los puentes rotos”, por su consistente discurso anti-México y su ya inocultable persecución de nuestros connacionales en territorio norteamericano.
Los hechos hablan por sí solos. La diplomacia tradicional sustituida por baladronadas histéricas que se empeñan en contradecir discursos empáticos de emisarios gringos en la ciudad de México.
Afortunadamente, a propósito de la visita de los secretarios de Estado y de Seguridad Nacional a México, el discurso oficial mexicano parece ya más contundente en el sentido de rechazar ominosas condiciones de negociación en materia comercial y migratoria.
Así es. Los secretarios Tillerson y Kelly ejercieron la diplomacia que su jefe desprecia, pero sus contrapartes mexicanos por fin hablaron claro y parecen ya haberse sentado como debe ser en la necesaria mesa de negociación bilateral.
Buena noticia, como lo es el grito de guerra de The Washington Post, que en su slogan se planta fuerte ante el retroceso, la ignominia, el racismo, la xenofobia, el autoritarismo. En fin, ante la amenaza de un populismo rampante que quiere aprovecharse de un sentimiento antisistémico global ya manifestado en el Brexit y en el avance de la ultraderecha europea o de la vieja izquierda estatista en América Latina, México incluido.
Bienvenida pues, la resistencia del Post. Sumémonos.