Dos semanas es demasiado tiempo si hablamos de 15 días de un gobierno que un día sí y otro también sacude la certidumbre mundial a punta de rabiosos tuits y enloquecidas “órdenes ejecutivas”, que han dado la razón a aquellos analistas que nunca aceptaron la posibilidad de que el locuaz empresario convertido en presidente bajara su tono pendenciero una vez que llegara al poder.
Paciencia, pedimos en la entrega pasada refiriéndonos a que tarde o temprano las instituciones de los Estados Unidos empezarían a poner en su lugar al rabioso ocupante de la Oficina Oval.
Este fin de semana, el del Super Bowl, el de mayor consumo de aguacate mexicano en el poderoso imperio, cuyos productores (michoacanos en su mayoría) se anuncian orondos en un comercial de 30 segundos y a un costo de 5 millones de dólares), será muy significativo para cualquier análisis del futuro de Trump y de su gobierno.
Porque luego del escándalo del veto migratorio a oriundos de 7 países de mayoría musulmana, del fallo en contra por parte de un juez, del consecuente berrinche trumpiano y la subsecuente apelación, justo este domingo un tribunal federal estadounidense desechó el recurso con el que el mandatario apeló, y mandó este asunto a una última y definitiva instancia: la Corte Suprema.
Es obvio que Trump desprecia a las instituciones. En franca rebeldía que huele a desacato, instruyó a las autoridades de seguridad a su cargo para seguir “checando muy cuidadosamente” a los inmigrantes que ingresan a los Estados Unidos.
¡Como si eso no se hubiera hecho antes!
El tema es que el mandatario gringo sigue montado en sus principales ejes sobre los que versó su campaña electoral e hicieron posible su sorpresivo triunfo.
¿Y los otros asuntos de los que debiera ocuparse el inquilino de la Casa Blanca?
En 15 días ha incrementado como nunca la incertidumbre mundial. Dos semanas en las que –anéctodas de llamadas con colegas de otros países al calce- ha puesto en entredicho las instituciones al interior de su país, entre ellas el severo sistema de justicia norteamericano, luego de que hiciera lo mismo con los temibles servicios de inteligencia en la CIA.
Esta agencia seguramente debe tener un expediente sobre Donald Trump junto al cual aquel que le costó la presidencia a Richard Nixon debe ser un juego de niños.
El caso es que, por primera vez desde el aciago 20 de enero, surgen claramente los primeros contrapesos de lo que parece ser una necia voluntad gubernamental por manejar a su antojo el país más poderoso del mundo, desconociendo complejas redes de intereses económicos y geopolíticos a lo largo y ancho del orbe o al interior mismo de los Estados Unidos, poniendo en riesgo la gobernabilidad y estabilidad interna de este país.
El caso es que todo mundo sigue escribiendo sobre este personaje. Pero no hay de otra.
Así, este domingo la pluma del siempre certero Luis Rubio recomienda no “atizar al fuego”, y le aconseja al gobierno mexicano que la prisa no es buena consejera, mucho menos en la relación con su vecino del norte. “Paciencia y sapiencia”, decía yo en anterior artículo.
O el brillante ensayo de Eduardo Caccia sobre la incertidumbre que enfrenta el mundo en nuestra época, con hechos inéditos donde lo mismo ganó el Brexit, el propio Trump, o hasta el líder chino nos da lecciones de apertura comercial y globalidad económica.
Resume Caccia y yo lo suscribo: “El mundo se mueve tanto que hasta la calma es sospechosa”
Afortunadamente y mientras tanto, los contrapesos en Estados Unidos contra su locuaz jefe de Estado comenzaron a funcionar.