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Las eternas teorías conspiratorias no nos dejan en paz

En México nos encanta buscar culpables en vez de encontrar soluciones; preferimos suponer intrigas y componendas detrás de una realidad, aunque ésta nos favorezca.

Carlos Slim lo dijo claramente: hace mucho no se respiraba en México una sensación de unidad nacional como la que se percibe en estos días ante la tensión provocada por la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Ciertamente resulta un tanto cuanto paradójico el hecho de que un antimexicano por definición haya logrado lo que nadie en los últimos tiempos, sobre todo a partir de la gran polarización político-social generada por las elecciones de 2006 en nuestro país.

Vaya, pues, hasta Andrés Manuel López Obrador apeló a la unidad en torno a la figura presidencial ante el embate del tirano en ciernes, que un día sí y otro también dispara misiles en forma de tuits que han tenido en México su principal objetivo, y que nos ha cohesionado coyunturalmente como nunca antes en la historia contemporánea de nuestra Nación.

Sin embargo, no podemos aguantarnos las ganas de buscarle tres pies al gato. Por ejemplo, ante una iniciativa en redes sociales para colocar la bandera nacional mexicana en portadas y avatares en Twitter y Facebook, no faltó quien sugiriera una oscura maniobra propagandística gubernamental para difundir y posicionar el logotipo del Partido Revolucionario Institucional.

¡Por favor!

Primero que nada, ya ni los priístas presumen su logo, por el innegable desprestigio de ese partido y de sus gobernantes. Segundo: la bandera nacional fue pillada por el otrora partido único y no al revés. Y en tercer lugar, suponiendo sin conceder que el PRI fuera dueño de nuestro mayor símbolo patrio, pues precisamente hay que quitárselo, carajo.

Las eternas teorías conspiratorias no nos dejan en paz.

Otro ejemplo: suponer un acuerdo de presidentes –Trump y Peña- para que éste último aproveche la situación y recupere algo de su devaluada popularidad y aceptación entre sus gobernados. Como siempre, temibles fuerzas ocultas que nos hacen dudar de todo y por todo. La “mafia en el poder” que también es capaz de manipular la poderosa maquinaria estadounidense.

La unidad de estos días corresponde a una coyuntura específica y es en torno a la figura presidencial, no de una persona cuya evaluación popular es desastrosa. La banda presidencial y la investidura representan justo eso, independientemente del juicio que las urnas, primero, y la historia, después, harán del periodo 2012-2018.

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Mal haría el presidente Peña en, independientemente de hacer lo que le corresponde como Jefe de Estado y de Gobierno, no aprovechar la situación externa para mejorar el descompuesto entorno interno, pero tampoco eso supone una trampa para engañar a sus gobernados.

El hecho, duro y obvio, es defendernos de un tipo que –como él mismo escribió- está midiendo qué tan débiles somos para decidir si nos aplasta o negocia con nosotros.

Ese es el juego de estos días, independientemente de los problemas de humor social, credibilidad en las instituciones, presiones económico-financieras, y luchas políticas internas rumbo a la sucesión presidencial de 2018.

Un ejemplo final de esta reflexión: tras el anuncio de la cancelación del viaje del presidente Enrique Peña Nieto a Washington, leí un duro cuestionamiento al mandatario de que no podía apelar a la unidad nacional al mismo tiempo que anunciara el nombramiento de Virgilio Andrade como nuevo director general del Banco Nacional de Servicios Financieros (Bansefi). Sí, el mismo personaje que como Secretario de la Función Pública estuvo encargado de investigar el asunto de la casa blanca, no la que habita el señor Trump desde hace una semana, sino en la que Peña y su esposa planeaban vivir al concluir el sexenio mexicano.

¿Y qué diablos tiene que ver una cosa con la otra? Independientemente de lo desafortunado o hasta lamentable que pudiera ser el nuevo nombramiento de Andrade, insisto en que hablamos de cosas diferentes, pero que pueden más las ganas de mezclarlo todo y con todo, para satisfacer nuestra insaciable necesidad de sentirnos manipulados por nuestros malvados –y todopoderosos- gobernantes.

El Presidente debe propiciar nuestra unidad ante la ofensiva trumpiana….y luego seguir resolviendo los problemas –que son muchos- entre ellos explicar el nombramiento de Andrade o simplemente esquivar las críticas derivadas del mismo.

Por lo pronto, puse la bandera nacional en mi avatar, lo que no me hace priísta; respaldo a nuestro presidente en un momento que reclama unidad, y seguiré apoyando y ejerciendo la libertad de expresión para criticar y tratar de resolver los retos del país donde nací y donde viviré por siempre, aunque muchos crean que somos manipulados al antojo de fuerzas superiores.

Si usted cree en esto último, le doy un tip para deshacerse de esa manipulación: cuando haya elecciones, salga a votar, y si lo convocan a contar votos para garantizar que su voluntad se cumpla, hágalo.