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¿Electrodomésticos combustibles?

¿Cuántas pantallas de televisión se requieren para producir un litro de gasolina Premiun?

¿Cuánto rinde un litro de la verde Magna por cada Ipad robado?

¿O cuántos refrigeradores más faltarían para paliar el incremento en el precio del diesel?

¿Acaso los Reyes Magos asaltaron jugueterías para vender su botín y poder comprar gasolina para la distribución anual de sueños a los niños mexicanos?

Inicio mis colaboraciones de este 2017 con estas preguntas que rayan en lo absurdo o hasta en lo esquizofrénico, porque realmente no comprendo que volvamos a caer en aquello de justificar la ilegalidad so pretexto de un legítimo desacuerdo por la aplicación de una política pública que no nos guste.

Es absolutamente entendible la molestia generalizada a partir de un incremento tan sensible como puede ser el de las gasolinas, y es legítimo expresarla mientras no se violenten otros derechos, propios y de los demás, incluyendo seguridad pública, libre tránsito y acceso ordenado a productos y servicios de todo tipo en nuestras comunidades.

Me parece escandaloso –por decir lo menos- mucho de lo que ha circulado por las redes sociales a partir del anuncio decembrino del nuevo esquema de precios de las gasolinas en México, resultado de las políticas de liberalización que buscan ponernos a la par de cualquier país del mundo en la materia.

Porque en muchas ocasiones me he encontrado desde tímidas hasta abiertas justificaciones de que lo que está pasando es normal ante las medidas gubernamentales anunciadas en medio de las fiestas decembrinas.

Retomo un espléndido resumen de mi amigo Macario Schettino con respecto a lo que ha pasado en el tema que nos ocupa: durante gran parte del siglo XX e incluso en los primeros años del XXI, el “salvador” de una conducción económica ineficiente fue el petróleo, con un Pemex también ineficaz que quebró por sus excesos desde hace muchos años, pero que tuvo en Cantarell el renacimiento de la producción que agotó en poco tiempo uno de los mayores yacimientos del mundo, sin que se haya pensado en lo que vendría después, cuando esto sucediera.

Así, hoy hemos reducido dramáticamente la producción de energéticos y México materialmente vio mermada a cero su renta petrolera porque no cambió su estructura para enfrentar un agresivo mercado internacional aún a pesar de los altos precios del crudo (antes de que éstos se desplomaran, por supuesto).

¿Qué quiere decir eso? Independientemente de costos de producción y precios de mercado, el gobierno mexicano mantuvo artificialmente un precio subsidiado que subía para reducir el diferencial y que por eso mismo no bajaba cuando se reducían las cotizaciones en el mundo.

La Reforma Energética de 2013 planteó justamente el cambio de paradigma, para permitir la entrada de jugadores y modificar a un ineficaz monopolio estatal para convertirlo en una empresa productiva del Estado mexicano.

El problema ahora es que, con precios del petróleo nuevamente al alza y la depreciación del peso frente al dólar, el ajuste resultante es un incremento promedio del 14 por ciento que –aún siendo menor al registrado en otros países- desata la inconformidad social.

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Pero una cosa es exigir explicaciones claras y creíbles y otra muy diferente incitar a una revuelta social en la que ya no solo se cierran vías urbanas y federales o se “toman” gasolinerías, sino que -¿por qué diablos no- se saquean flagrantemente tiendas de autoservicio.

Eso se llama vandalismo, y no se justifica bajo ninguna circunstancia, así sea un entendible malestar por los incrementos ya citados

¿Por qué el fenómeno? Lamentablemente, y una vez más, las razones son políticas.

Y para muestra un botón. Sin inclinarme por alguna de las posiciones conspiratorias que circulan en estos días, les cito dos: 1.- el gobierno aplicando la “Teoría del Caos”, para crear temor y con ello reprimir cualquier protesta callejera, o 2.- los grupos políticos incitando la desestabilización con miras a los procesos electorales de 2017 o incluso en del 2018.

Es obvio que la decisión del gobierno mexicano de adelantar la liberalización del mercado de las gasolinas se tomó en mucho por no hacerla coincidir con los meses previos a la contienda presidencial del año siguiente, pero ¿ya se dieron cuenta que la mayoría de los desmanes de estos días tienen lugar en el Estado de México, donde habrá comicios para gobernador en este mismo año?

La provocación es obvia y lo de menos por ahora es el origen de la misma, porque hay que atenderla. Lo que es un hecho es que el principal beneficiario de lo que está pasando tiene nombre y apellido: Andrés Manuel López Obrador.

Con ello no quiero afirmar que Morena esté detrás de los movimientos callejeros. No tengo elementos para hacerlo. Simplemente es un hecho que los principales dividendos políticos se están decantando al líder tabasqueño, quien ahora busca proyectarse como el político más sereno y conciliador del tablero presidencial hacia el 2018

Y mientras tanto, los malandros del saqueo y la violencia nos tendrían que demostrar que teles, aparatos de sonidos, dvds, computadoras, refrigeradores, etc…, son la nueva opción para generar energía consumible en nuestro país.

Si no, y así será, seguirán siendo simple y dramáticamente unos vándalos, al igual que los gobernantes y funcionarios públicos que no contemplan como otra parte de la solución a nuestros problemas el ejercicio correcto de los recursos públicos en sus gestiones.

A pesar de todo. ¡Feliz año 2017!