La Iglesia instruyó el 2 de noviembre para dedicarse especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo. Quizás al morir quedó un rastro de pecado y ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo, pero los vivos podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación. Con buenas obras y oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.